Volumen que recoge la poesía a Manolete. |
El insigne poeta castellonense Bernat Artola i Tomàs (Castelló, 20 de diciembre de 1904 - Madrid, 8 de mayo de 1958) se sumó, como tantos otros, al duelo nacional por la muerte de Manolete. Y lo hizo con el objetauro que hoy publicamos escrito, presumiblemente, alrededor de la fecha de la tragédia, 28 de agosto de 1.947.
La poesía está recogida en el tercer volumen de sus obras completas, entre las páginas 476 y 479, y tiene el número XVII de la sección 'Poesia solta'. La edición estuvo a cargo del profesor Lluís Meseguer i Pallarés y fue publicada por el Ayuntamiento de Castelló en 1983.
EL TORO NEGRO
(Alegoría a la muerte de "Manolete")
¡Maldito sea mil veces
aquel toro de azabache
que mató a Manuel Rodríguez
en la plaza de Linares!
¡De rosa y oro el torero,
parecía que la tarde
vestía también con luces
por milagro de su arte!
¡Qué nubes de negro luto,
qué nubes de roja sangre
atormentaron el cielo
con agoreros mensajes?
"Islero" trajo la noche,
la negra noche implacable
como el cuervo de la Muerte
devorador de la carne.
Pero la carne no es nada.
Tan sólo sirve de cárcel
al alma, viva y eterna,
que pugna por libertarse.
Aquel toro de crespones,
con rabia y baba en las fauces,
llevaba en las astas duelo
para enlutar el romance.
Cruel, derribar quisiera
la gloria que no es en balde.
Su crimen abrió la noche
con cirios que lloran y arden.
En el dramático ruedo,
frente al publico que aplaude
la gracia maravillosa
que da perfiles al aire.
"Manolete" abre las alas
de su arrogancia y empaque,
y va mostrando, gozoso,
la sal y el garbo del trance.
¡Qué frisos de antología!
¡Qué indescriptibles imágenes
señeras de señorío
y de majeza sin fraude!
¡"Islero" le está mirando,
y está mirando con hambre,
con la rabia del vencido,
humillado y sin arranque.
¡Y el claro sol de la Fiesta,
el sol que en los alamares
destella sus luces de oro
parece de más quilates!
¡Negro toro; negra sombra!
¡Y el Sol en el negro engaste
como un rubí que presagia
la tragedia y el desastre!
El más criminal cuchillo
se hunde en el diestro que cae
manando rojos claveles
para el clamor de los ayes.
¡Qué pena la tarde llena
de pañuelos y ademanes,
temblorosos cuando temen,
angustiados cuando saben!
¡Adiós, el talle y el brío!
¡Adiós, continente grave!
¡Más que indeleble el recuerdo
vaciado en moldes de nadie!
¡Que el recuerdo no perece,
se hace más vivo y más grande
cuando es dolor quien lo engendra
con hálitos inmortales!
Acabó Manuel Rodríguez
(¡qué lagrimas en su madre!)
más no murió "Manolete",
que escondido en su carácter
supo dar leyes al viento
para forjar tempestades
de arrebatado entusiasmo
y de fervores unánimes.
Como un ángel misionero
redentor de miserables,
"Manolete" era la luz;
el toro, símbolo infame
de la tiniebla terrible
del mal, que en la tierra plaña.
Ni San Miguel, ni San Jorge,
ni Sigfrido han de olvidarle.
En los pueblos y en los campos,
en los montes y en los valles,
no hay ojos que no lo lloren
ni boca que no le alabe.
¡Negro toro! ¡Negra sombra!
¡Negrura por todas partes!
¡Noche sola, estremecida
por los sollozos del cante!
¡Qué sólo el silencio se oiga!
¡Qué hasta los pájaros callen!
La Muerte ha enlutado el cielo:
¡LA BESTIA MATÓ AL ARCANGEL!