divendres, 25 de maig del 2018

ONCE DE PONCE EL 17 DE MARZO EN VALENCIA (Y III)

Última parte del reportaje fotográfico de la tarde memorable de Enrique Ponce en la antepenúltima de las Fallas 2018.

























divendres, 18 de maig del 2018

divendres, 11 de maig del 2018

ONCE DE PONCE EL 17 DE MARZO EN VALENCIA (I)

Día grande el de Enrique Ponce en la que, en un principio, iba a ser su única comparecencia en las Fallas 2018. Compromiso de figura y dos faenas para el recuerdo ante astados de Garcigrande...












































divendres, 4 de maig del 2018

CARTEL DE LA DESPEDIDA DE MANOLO VÁZQUEZ

Manolo Vázquez, junto a Antoñete, fueron dos referentes del toreo de antaño a principios de los años ochenta del siglo pasado. Ambos ofrecieron tardes memorables en esa segunda oportunidad que les deparó el toreo y nos enseñaron a las nuevas generaciones un nuevo modo de torear. 

La despedida de Manolo Vázquez tuvo lugar en La Maestranza, ¿dónde si no?, un 12 de octubre de 1.983. El objetauro de hoy es el cartel de aquella tarde en la que Manolo quiso compartir protagonismo con Antonio. 62'5 x 33 son sus medidas y Álvarez Carmena, su autor, quiso que figurasen las combinaciones más relevantes de la particular historia de Vázquez. Joaquín Vidal, desde su tribuna de 'El País', la contó así:

Memorable despedida de Manolo Vázquez


Plaza de Sevilla
12 de octubre.Toros: primero y sexto de Jandilla, encastados; segundo de Sánchez Dalp, manejable; tercero de Manolo González, manso y noble; cuarto y quinto de Núñez Moreno, mansos. Manolo Vázquez, que se despedía del toreo. Estocada caída (oreja). Pinchazo y estocada caída (dos orejas, clamorosa vuelta al ruedo y aclamaciones de "¡torero!). Pinchazo y media bajísima (oreja, clamorosa vuelta al ruedo y tres salidas al platillo entre aclamaciones). Antoñete. Dos pinchazos (ovación y salida al tercio). Pinchazo y media atravesada (ovación y saludos). Pinchazo y bajonazo (gran ovación). Manolo Vázquez salió a hombros por, la puerta del Príncipe.

Por la puerta del Príncipe salía a hombros Manolo Vázquez, después de haber protagonizado una tarde memorable. Su despedida ha sido una continua apoteosis. Cuando su propio hijo le cortaba la coleta, rodeado de la cuadrilla y fotógrafos, lloraba el torero y yo creo que llorábamos todos en la plaza. La emoción era incontenible. Las restantes cuadrillas, con Antoñete al frente, se rompían las manos de aplaudir. Eramos conscientes de que habíamos vivido un acontecimiento histórico y nadie quería abandonar los tendidos. ¿Qué había ocurrido allí?A las cinco en punto de la tarde, hora torera y hora de romance, había comenzado el gran acontecimiento. Hubo un extraordinario tercio de quites en el primer toro. Manolo Vázquez lo hizo por chicuelinas ceñidísimas; Antoñete, con verónica y media belmontina, que le salieron de antología. En la muleta, el veterano maestro de San Bernardo empezaba a magnificar su despedida con un recital del toreo en redondo, mediante tres series de alta escuela, rematadas con su torería peculiar. Este recital lo repetiría en el quinto -el último toro de su vida- el cual era complicado, violento y manso de los que se van del engaño, gazapón. Le hizo el toreo de frente que le dio fama en su primera época. Alegraba con la voz, se cruzaba, y convertía el muletazo en un suave aleteo de fantasía.

Había brindado ese toro al público, en medio de una enorme ovación, a la que se sumó con los compases del pasodoble la banda del maestro Tejera, y después de la clamorosa vuelta al ruedo, los aplausos no terminaban, sino que iban a más y eran por bulerías. Hasta tres veces tuvo que salir al mismísimo platillo a saludar y la plaza entera le aclamaba "¡torero!".

Pero la apoteosis se produjo en el tercero, un cinqueño terciado, manso, que acabó nobilísimo. O nobilísimo lo convirtió Manolo Vázquez en los ayudados por alto ganando terreno y curvando a la cadera la trayectoria del viaje; los remates por bajo en ligazón; las series de redondos y naturales. Del toreo puro hacía esencia, y aquello ya no era torear, sino oficiar de pontifical el rito de la tauromaquia. De frente o cargando la suerte, ligando pases de pecho de espeluznante exposición, pero también de mágico dibujo. Lo tendidos se cuajaban de pañuelos la gente daba brincos y la Maestranza era un clamor: "¡torero, torero!". Manolo Vázquez caminaba en majestad; ebrio de torería reemprendía el toreo de filigrana. Y además, pases de pecho en vaivén, ligados, del corte de esos que han dado fama al torero de la vertical impavidez; hasta esos dio, a manera de lección, y como con desdén. Un alarde de poderío, que abandonó, porque el toreo auténtico, y el difícil, es el otro, el que había desgranado y siguió desgranando después, en medio del delirio. La grandeza de la faena de Manolo Vázquez convirtió la Maestranza en un manicomio.

Antoñete le brindó el quinto toro. Antoñete tuvo una actuación llena de detalles toreros y la gente le aplaudió a rabiar; pero no redondeó su tarde. Aún no le ha llegado la hora de la despedida y ojalá esté lejana. Toreó bien a un toro manejable; no redujo al manso del brindis, que escapaba del engaño; el último tenía mucha casta y no logró someterlo. Su vitola de gran torero, sin embargo, supo entenderla el público, que le despidió con una fuerte ovación.

Y allí se quedaba la gente, en el graderío, remoloneando la salida, sin dejar de paladear la tarde memorable de Manolo Vázquez, que ya es un torero para la historia. Yo no sé si es posible comprender lo que ayer llegó a crear en el albero de la Maestranza. El tiempo, sólo el tiempo, podrá dar perspectiva a tanta grandeza.

La cuadrilla le sacó a hombros

Eran las 19.20 horas cuando el hijo de Manolo Vázquez desprendía la coleta torera a su padre. Ambos se abrazaron. El torero dio una vuelta al ruedo a hombros de su cuadrilla y ésta fue relevada para la salida por la puerta del Príncipe. Una multitud acompañó al torero por el Arenal.Su primer toro lo brindó Manolo Vázquez a un amigo de Madrid, no taurino; el segundo, a su hermana, y el tercero al público.