Valencia, por Julio, fue el epílogo de la efímera carrera de Varea como matador. Un arrebato tras una tarde en que corazón y cabeza habían ido cada uno por su lado precipitó la decisión. Con su primer parralejo brilló, por momentos, el toreo caro. Luego llegó la hora de la verdad, la espada, y todo se desbarató. Querer no fue poder y de ahí que se le esfumara un triunfo que tenía en la mano. Luego llegó un sobrero, un toro como muchos que salen a lo largo de la temporada, de tono medio bajo con el que no se acopló. Y al final... la decisión. Respeto.