divendres, 1 de juny del 2018

CUARTA PUERTA DEL PRÍNCIPE DE CURRO ROMERO

El objetauro que hoy presentamos es una entrada perteneciente al 13 de junio de 1968, Festividad del Corpus, que quedará para los anales del currismo militante como una de las salidas a hombros por la puerta del Príncipe de La Maestranza de Sevilla.



La entrada mide 15'5 cms. por 7'5, fue confeccionada en la imprenta Raimundo de la capital hispalense y costó 125 pesetas. 

La crónica,firmada por Don Celes en El Ruedo y titulada con un lacónico 'Triunfo de Curro Romero',  dice así:

" Uno de los más extraordinarios fenómenos colectivos de entusiasmo, al menos en Sevilla, es Curro Romero. Con ello no queremos restar ni un adarme a la clase de un torero en el que predominan los valores de más estimación en el juicio aficionado: elegancia, pureza, garbo y, dentro de ello, un hacer sobrio, que le exime de cualquier caída en la mera pinturería. Siempre y cuando Curro aparezca asistido de ánimo. Pero la verdad es que esta asistencia no se da con frecuencia, y que después de la Feria, con su cosecha de broncas para el camero y de toda una temporada casi catastrófica, sobre el papel, el enfrentamiento de Curro Romero con seis toros-toros de rebusco, sacados de aquí y de allá, de esta ganadería y de la otra— parece, como empresa, un despropósito. Algo, sin embargo —algo extraordinario, con raíces hondas y delicadas—, decía a la empresa y nos decía a todos, que en este momento precisamente, acaso por ser el menos indicado por los resúmenes contables, la corrida podría ser un éxito de público. Y , lo que es más importante —lo que determina al público—, un éxito de arte. 

EXITO DE ARTE Y PUBLICO

Y así ha sido. La plaza, llena, y los aplausos en el paseíllo, mientras avanzaba sólo ante el peligro —ante las cornadas de la adversidad— Curro Romero, eran toda una proclamación de esperanza fundada. Y la casi seguridad de que la tarde resultaría redonda.
El rebusco de toros mismo ha producido la multiplicación de la gama de fórmulas de belleza y de manido, de recursos y de imaginación —de la que tan sobrado anda el gran Curro—, pues a cada toro le ha practicado un toreo distinto, aunque igual en lo impecable del estilo y en el valor, mantenido en un grado desconocido, entre la alegría de la plaza que no rozó el aburrimiento y que encontró en, la hora y tres cuartos que duró el festejo la medida exacta del gozo y la emoción. No hubo ni un pase de más ni uno de menos.
Cada toro recibió trato distinto y adecuado, aunque, naturalmente, le llama de la inspiración, calentada por el coraje, alcanzase su cumbre en el segundo, un toro con ímpetu, en el que la faena del camero, perfecta como un soneto, tuvo el estrambote de un talante por parte del torero de pelea valiente. Se diría que en el primero Curro estuvo cartesiano. Una justa lección de cátedra. En el segundo, la norma se hizo pasión. En el tercero, la nota fue la sal hecha recorte. En el cuarto, lo increíble: la valentía y la porfía. El quinto, el natural a un toro que nadie creía que pasaba y que pasó. ¡Vaya si pasó! En el que cerró plaza Curro fue el torero enterado y práctico, que sabe abreviar con asco. Esta fue, en panorama, una actuación brillante, variadísima, de torero completo y artista. Hemos visto a Curro mejores faenas otras veces. Hasta diremos que no ha hecho una, siquiera, de sus grandes faenas. La faena ha durado toda la tarde. Y ha consistido, sin llegar al «do» de pecho, en haber mantenido el tono. El gran tono. O sea la calidad, la maestría y —lo que más le falla— el ánimo. Esto, como nunca. Y si ha sido tan vario, se lo debe a lo vario que ha sido el ganado.

LOS TOROS

Ganado de desigual presentación, aunque, por lo general, cómodo, con peso entre los 468 y los 500. Bravos, los dos de Núñez y suaves. Alegre en la embestida, el de Tassara. Reservón y abueyado, el cuarto, de Pérez Angoso. Bronco, el de Pérez Tabernero. Y nervioso, derrotando,, con las manos por delante, el último de los Herederos de Carlos Núñez. Todos cumplieron con los montados.
En todos, pero especialmente en los tres primeros, que se prestaban más, Curro prodigó su capote en verónicas extraordinarias y usó de las dos manos, aunque con más acierto —salvo en el quinto— la derecha. Y mató con singular eficacia: cuatro pinchazos y estocada; una estocada; una estocada: tres pinchazos y estocada, y pinchazo y estocada. Prueba de que el acero se mostró pronto y certero.

BALANCE

Los premios fueron: oreja al primero; dos orejas al segundo, y oreja al tercero. Pero la ovación señoreó la tarde y no cesó hasta que torero, a hombros entusiastas, dejó la plaza, porque nadie parecía querer marcharse.